18A vosotros. (del libro Transparencias 1973)
A vosotros, prisioneros de pasiones y desdichas.
A vosotros, compañeros de camino, seres todos.
A vosotros, porque siempre se encuentre en la
distancia el sendero a seguir.
Vuestra esperanza es la mía.
Si hoy, porque el tiempo del hombre marca
el rumbo al espacio infinito.
Y las luces del saber despiertan ecos dormidos en
vuestras almas:
la duda que destierra la fe, quita la vida, se arrulla
y a su vaivén, como estrella errante que camina
sin saber en donde posará su estela,
vosotros vais tambien perdidos:
no id con ella.
Se bien que sois los peregrinos, insatisfechos,
hambrientos y cansados.
Se bien que no sois amados ni queridos.
Más en el polvo del paso de los siglos,
donde refleja su experiencia el hombre,
vuestros aciertos errores y destinos,
se mezclarán con otros anteriores, ya vividos.
Por eso seguid, vuestro sendero ha de pasar
por rutas desoladas,
donde la luz del día no penetra y no encuentra
camino vuestra alma.
No os asustéis, marchad unidos.
Los caminos de Dios son infinitos.
Los caminos de Dios nos fueron dados.
Allá vamos: surgiendo en la distancia hacia el cielo.
Arriesgando a la ciencia nuestras vidas.
Allá vamos sin rumbo.
No os extrañe que encontréis la senda tan tupida.
Sois humanos que sea vuestro lema:
la palabra cargada de ignorancia.
Vuestro saber no sabéis donde termina.
Vuestro saber no sabéis a donde alcanza.
Os lo digo, vuestras dudas son dudas de flaqueza.
Vuestra fe la esquiváis porque no os basta.
Porque queréis encontrar verdades nuevas,
sin la Verdad Primera y sin el alma.
No dudéis, vuestra labor empieza aquí en la vida.
Busquemos un feliz transcurso a la existencia
pues nunca jamás podrá la ciencia,
hacer de vuestro cuerpo un inmortal.
Y ahora vuestros rostros no me miran impasibles:
unos lloran, otros ríen, otros callan;
dejadlos estar así, quiero recordar su paso.
Quiero unirlos en un sólo sentimiento
muy despacio.
Recordad vuestros albores y vuestros primeros años.
Recordad que en aquel tiempo erais humanos siendo niños.
Pues volved, retornad por un momento al lugar
de vuestra edad primera:
a la casa, a la aldea, al monte o a la ciudad:
¡Véis! allí se alza el sol día tras día;
y los campos en eterna primavera, a su vuelta o en su espera,
tienden a reverdecer.
Y en al muro vegetal de la selva.
O en la arena del desierto que medita.
O en los grandes costados de los hielos esparcida:
por bondad, magnificencia, por amor y por clemencia
se os donó la libertad.
Vuestra tierra, ser de vida, en cada surco de arena
crece la planta que impulsa a proseguir más allá.
Sois deudores de semillas que da el mundo generoso.
Sois deudores del esfuerzo de un honrado sembrador.
Sois deudores de las aves, de los frutos, de las flores,
de los ríos, de las lluvias, de los mares y de Dios.
Agradeced que se os da, agradeciendo se paga.
Agradeced cada día, cada momento e instante.
Agradeced que bastante tenemos que agradecer.
Dejemos nuestro pesar o nuestra esperanza a un lado
y soñemos que en vez de odiar nos amamos,
un minuto, nada más.
Y así en recogimiento, callados y arrepentidos,
elevemos un suspiro de gracias al Creador;
y digamos que nosotros amamos a nuestro hermano
que somos seres humanos y que podemos pecar.
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