141Dame un poco de tiempo...
para contemplar el violento celo
de las cosas que suben a mi memoria.
Si pudieras ver al ser estrujado,
hundido y cauteloso,
en su querida prisión corporal;
y sentir, más bien vivenciar,
toda la locura humana
que huye del silencio de si mismo,
buscando la arcaica caverna
del dorado placer:
siempre implacable.
Cómo no sentir el alma lacerada
ante el sufrimiento ajeno
y el dolor, teñido de risas
siempre falsas y de ruidos
nunca penetrados ni amigos;
si eres tan ajeno a ti
como amigo de lo que viola
la prístina claridad de tu infinito ser.
¿Cómo llevarte, otra vez, a la
orilla mansa, de verde rivera
y corazón amigo;
si ignoras en que lugar está tú propio deseo?
Si tan extraño eres a ti mismo
como el universo entero
a la perdida hormiga que yergue
en la selva su hormiguero.
¿A dónde conducir tu ser descarriado?
¡Perdido mundo!
¡Fuente de la vida!
Si niegas tu imagen en el espejo ajeno
y corrompes el alma,
tu alma inmortal desconocida.
¡Sufre!
Pues las cicatrices de la herida
cambiaran tu rostro,
para que la sonrisa perdida de lo humano
penetre en ti,
como invisible dolor extraviado,
de la suave verdad que siempre ignoras.
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