145Le ofrecí una mañana
Me juró que me quería, pero no me amaba, como una hermana.
¡Ay! Que silencio chiquilla. ¡Ay¡ que silencio tinteó en mi alma,
quedando mi ser al descubierto, con la herida sangrando, sin aliento.
¿Dolido? ¡Que va, Muerto!
Muerto de la herida que llevaba el alma desolada y marchita.
Muerto de la herida que llevaba el alma
Te ofrecí lo que tengo y lo que tengo es vida, te ofrecí mi sustento
y mi alegría.
Pero quien quiere, ante el sufrir profundo, lágrimas de sueños que buscan
consuelo de sus mil locuras.
En verdad no te amaba, amaba mis deseos, no quería tus sueños
sino verme yo en ellos.
No te quise en verdad, pero cuando lo supe, no te pude hallar.
Se cerró mi ser, ¿acaso quería juntar a mi alma tu luz y la mía?
¿O sólo encontrar en el duro camino, el ansia de un niño
que al no ser amado, no sabía amar?
¡No se! pero creo que el impulso ciego de mi sed de vida,
se volcó al anhelo de juntar en mi alma la sonrisa clara,
donde se refleja el amor profundo de un ser
que es sorpresa en este pasar;
un ser que aún nos dice, con una sonrisa, sin pena ni prisa:
que es posible amar.
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