210Abrí mis ojos al día
y penetró la luz hasta la tierra.
¡Ah la esperada, la florida, la amada!
Con mil colores y roce de hojas nuevas.
¡Ah, la querida y dulce primavera!
Cerré mis penas y olvidé mis cuitas, al abrirme,
en mis venas, corrió la sangre nueva.
Entró un canto de vida y esperanza
y llegó a mi ser la nueva era.
¡Ah el rumbo que han tomado las cosas!
Que parecen, al momento, injustas y extranjeras.
¡Ah que hermoso es mi canto en primavera!
Volví al lugar de tantas alegrías
y el ser se encontró cegado en ellas.
Subí corriendo al monte de mis sueños
y volé sobre el rostro de mi guerra.
¡Ah las noches que pasaron y murieron!
Que marcaron el rumbo de una vida.
¡Ah que grato es estar en primavera!
Recé en la noche al Ser que está en mi mismo;
Recé en la noche al Ser que está en mi mismo;
y encontré en la oración paz y sosiego.
Alcé mis ojos a la imagen bendita
y oré en silencio sin que nadie me oyera.
¡Ah las lágrimas buenas que lavaron mi alma
que curaron el dolor de tantas penas!
¡Ah que gracia sentir la primavera!
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