Las manos alzadas en la brisa marina
las corrientes del ser en las hojas del alma
y el destino escondido al acecho del hombre
surge entre gemidos.
No disfruto del ansia, prendida ante los ojos,
de aquellos que construyen en la ambición del mal,
soy grano de semilla opaco y silencioso
en espera de lluvia, de tierra y soledad.
Recurrente sendero donde se encuentra vida.
Destellos de esperanza donde mora la paz.
Montañas que refulgen al compás de los vientos
quisiera encontrar.
Dar gritos contenidos en noches que descansan
del hacer de las bestias jugando sin piedad
a perder la caricia del sueño de esperanza
cada día más.
Pero siempre resuena la voz donde reside
la sinfonía etérea de bien y la bondad
y aunque el ser se conduele ante la fe perdida,
sabe esperar.